lunes, 3 de febrero de 2003

Pacific Palisades

La visita a aquellos apartamentos la tarde anterior no había resultado muy productiva que digamos. Evidentemente, Paul Spiegel debió enterarse de que LeBrook se había percatado del engaño y decidió dejar la ciudad de inmediato. Si hubiera vuelto a Los Ángeles un par de días antes... bueno, al menos conseguí examinar su habitación. En la mesilla encontré un frasco vacío de tranquilizantes y una especie de aguja para inyectar, parecida a la que usan los diabéticos. Nunca pensé que la identificación falsa del F.B.I. que conseguí en Tailandia me pudiera ser tan útil.

Debía informarle en persona. Me pidieron que esperase en el salón. El cuadro del jardín de las Hespérides había sido descolgado de la pared y descansaba apoyado en la pared junto a varias litografías. Escuché que alguien bajaba las escaleras. Cuál fue mi sorpresa cuando, en lugar de a Michael LeBrook, vi aparecer a una chica muy joven. Tardé un momento en reaccionar, observando sus profundos ojos azules, enmarcados por una melena de reflejos rojizos:

-Discúlpeme, vine a hablar con el señor LeBrook.
-Lo lamento, mi padre no está en casa. Un acto benéfico en Sacramento, ya sabe que es un hombre ocupado. Si puedo ayudarle en algo…
-No, se lo agradezco, pero se trata de un asunto que debo consultar con él en persona. Ya me iba, no le causaré más molestias…
-Tranquilo, no es ninguna molestia, le diré que vino el Sr.…
-Zohar.
-Ah… he oído hablar de usted. Mi nombre es Madeline, encantada.

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