martes, 2 de marzo de 2004

Aeropuerto

Después de facturar, pasar los controles de seguridad y hacer una breve visita al duty free, me dirigí a la cafetería. Allí estaba él, con una cadena de oro en la muñeca, removiendo su taza de cappuccino. Me senté en la mesa, enfrente de él.

-Hola, Paul.
-¿Quién es usted? ¿Qué quiere?
-Quién sea yo no es importante. Michael LeBrook le envía saludos.
-¿Cómo me ha encontrado?
-Señor Spiegel, con dinero y determinación se puede encontrar a cualquiera. Dígame... ¿qué le trae por Amsterdam?
-Vine para hacerle un encargo a un amigo. Pero ha desaparecido del mapa. Supongo que usted tiene algo que ver...
-Se equivoca.
-Bueno, siento tener que poner fin a esta charla tan agradable... pero tengo que coger un avión.

La taza de café saltó por los aires. Paul Spiegel aprovechó el momento de confusión para comenzar a correr. Comencé a perseguirle pero, cómo si las atrajera un imán, decenas de maletas comenzaron a interponerse en mi camino.
-¿Qué demonios...?

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