miércoles, 15 de enero de 2003

El taller de Ioannis


El lugar parecía no haber cambiado nada desde hacía años.
-Adelante, J.R. Cuánto tiempo sin vernos, eh?
-Gracias Doumas. Sí, mucho, la verdad.
-Pero pasa, hombre, no te quedes ahí en la puerta, pasa... ¿Sigues viviendo en Londres?
-No. Volver allí me trae malos recuerdos.
-Entiendo. Disculpa el desorden... ¿Quieres tomar algo: té, café...?
-No, muchas gracias... por cierto, ¿qué tal va el tema de la escuela de Halki?
-Sigue igual, los turcos no dan su brazo a torcer... Es agradable volver a verte de nuevo después de tantos años, J.R., aunque la verdad, no sé en qué podría ayudarte...

Sin darle tiempo a terminar la frase, saqué las fotografías y las puse sobre la mesa.
-Las joyas "de Helena"... aunque supongo que ya las conoces... creo que son obra tuya, Doumas...
-¿Qué? Sabes que lo mío son los cuadros... yo no tengo nada que ver con esas joyas...

Le agarré del cuello de la camisa y le empujé contra la pared.
-Sé que proceden de este taller... "tu" taller. Nos conocemos desde hace mucho, ¿de verdad crees que puedes engañarme?
-Vale, está bien, tío, tranquilízate. Suéltame ya, hombre. Suelo tener aprendices que se encargan de ese tipo de baratijas... sólo déjame revisar el libro de encargos.

Doumas se acercó a un gran libro de tapas rojas. Rápidamente sacó de su interior un revólver y me apuntó con él.
-Bueno, se acabó el juego, J.R. Ha sido un placer volver a verte. Ahora, lárgate por donde has venido.

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