domingo, 12 de enero de 2003

El Jardín de las Hespérides

El jardín de las Hespérides, el misterioso Edén del que Heracles había robado las manzanas de oro… el lienzo, de grandes proporciones, decoraba el salón en el que me habían pedido que esperara. De manera casi instintiva, acerqué mi mano hacia la pintura.
Apenas apoyé las yemas de los dedos escuché gritar a mi espalda:

-¿Qué demonios hace? ¡Aleje sus manazas de mis cuadros ahora mismo!

-Le ruego que me disculpe, señor LeBrook, tan sólo quería apreciar las texturas que…

-Déjese de tonterías y siéntese, tenemos un asunto que tratar. Ya me avisaron de que era usted algo excéntrico, pero nunca pensé que… Deje de mirarme así, por favor, ya sé que no le gusto. Usted tampoco me gusta, Zohar. Pero Gielgud dice que es el mejor en su trabajo… que tiene “un don”.

LeBrook me explicó como aquel hombre lo había estafado:

-¿Por qué iba a dudar de sus palabras? Se trataba de un profesor, dios santo… procuro informarme sobre la gente que pretende venderme cosas, ¿sábe?

-Por supuesto, señor.

-Gielgud ya le entrego el informe, ¿no es cierto?

- Sí, muy completo por cierto. Me preguntaba si podría enseñarme el colgante.

Examiné detenidamente las joyas, fiándome más en mi tacto que en mi vista.

-Vaya, si no fuera porque sé que no existen tales “joyas de Helena” creería que son auténticas. Una falsificación tan detallada, tan profesional, sólo puede proceder de un lugar…

Me despedí cortésmente.

-Y recuerde, Zohar, no me importa recuperar el dinero, sólo quiero venganza. Nadie se había atrevido a burlarse de mí así, en mis propias narices.

-Le mantendré informado, señor LeBrook. Por cierto, casi me olvidaba, el cuadro del salón…también es falso.

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