domingo, 10 de agosto de 2003

Diamantes

-…y se fueron con esos diamantes robados a los alemanes nazis.
-Qué historia… ¿y tú estás metido ahora en algo?
-Ya sabes cómo soy, no puedo dejar de trabajar. Estoy estudiando la seguridad del Museo Munch.
-¿Otra vez? Estás obsesionado con ese cuadro…
-En agosto la ciudad se llena de turistas, seguramente sea el mejor mes para intentar algo… lo prepararemos para el año que viene. Si te interesa…
-¿No recuerdas cómo acabo la última vez?

Paal Enger suspiró, sombrío.
-Pasaste seis años en la cárcel por aquello.
-Esta vez será distinto, no tiene un sistema tan sofisticado como el de la Galería Nacional. Échale un vistazo a los planos… por los viejos tiempos.
-Está bien, veamos…
-Por cierto, no te he enseñado mi última adquisición. Aquí está: "El jardín de las Hespérides". Se lo compré a un americano, me salió tirado de precio. ¿Qué te parece? (...) ¿Por qué me miras así? ¿Qué te pasa?
-No, nada, nada. Es... muy bonito.

Tras varias horas llegué a la mansión LeBrook. Al entrar encontré ropa tirada por el suelo.
-¿Qué demonios…?
Sigilosamente, seguí el rastro hasta el gimnasio. Alguien nadaba en la piscina climatizada.
-¿Hola?
Vestida con un minúsculo bikini azul, Madeline subió la escalera y salió del agua.
-¿Me puedes acercar la toalla, por favor?
-¿Qué? Oh, sí, claro. Toma.
-¿Qué tal todo, Zohar? Vaya, olvidé llamarte para avisar de que llegaba hoy. Espero que no te importe si me quedo un par de días… al fin y al cabo, ésta también es mi casa.

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